El sol cae a plomo sobre el pueblo; lenta, pausadamente, subimos por una calle muy empinada; los gruesos guijarros caldeados por el sol nos hacen resbalar, hincándose en nuestras plantas. 

En esta hora de la siesta, el pueblo está silencioso, recogido; el rumor de la calina llega hasta nosotros; sudamos, y nuestra ascensión se hace muy penosa; un moscardón que nos sigue obstinadamente, zumba a nuestro alrededor; de vez en vez tropieza con nuestro sombrero produciendo un sonido seco; una voz, lanza al espacio una dolorida melopea; un gallo canta lejano. 

Ya estamos arriba; aquí forma la calle una pequeña e irregular plazoleta…” 

Manuel Alba Bauzano*. Por mi pueblo. La Casona. 

Yo tuve un abuelo llamado Manuel, que no fue escritor, ni masón, ni intelectual.

Lo mató la guerra más injusta y cruel, un pobre desgraciado fusiló su piel.

Mi abuelo Manuel no pudo escapar, ni tuvo ocasión de despedirse y abrazar a sus dos hijitos y a su esposa fiel.

Manuel era pobre y pobre fue el destino que hizo que su vida se quebrara sin motivo.

Y hoy, cuando de pronto descubro a Manuel, a este otro Manuel más docto y leído, me acuerdo de todos los desconocidos que se van de su pueblo sin hacer ruido.

Las guerras las ganan los que las provocan.

Las guerras son malas, las guerras son idiotas.

La guerra es un juego para los que juegan con vidas ajenas y emociones buenas.

Destapa la cara de todos los malos que cuentan la historia que les ha gustado.

La historia de aquellos que siempre ganaban y luego hacían pelis de indios cobayas.

Cuestiónalo todo y no te creas nada.

Los velos empiezan a destapar las caras.

Manuel Alba Bauzano* (Alcalá de los Gazules, Cádiz, 8 de abril de 1898 – †?), maestro, poeta, traductor y político. Traductor de El Principito