Llegamos solos y en soledad nos vamos.
A nadie importamos y nadie nos importa.
Recordamos recuerdos selectivos, anécdotas personales, vivencias parecidas que no podemos compartir.
El misterio. Es un misterio. Vivimos un misterio entre cuatro paredes, rodeados de recuerdos y de voces antiguas que nos hablan desde lejos. Y se alejan susurrando palabras que nadie más comprende. Historias encriptadas en nuestro cerebro, que sólo se nos resisten cuando abrimos al corazón.
Somos un misterio. Iguales y distintos. Únicos, pero tan parecidos… Indefensos y sublimes. Capaces de lo más horrible y de lo más bello.
Aprendices de dioses, encorsetados en cuerpos caducos. Arrugados y encorvados algunos aspiramos a la sabiduría. Sabiduría de las simples cosas. De la sencillez.
Vivir es un suspiro que demasiadas veces no acabamos de dar. Y nos acabamos muriendo ahogados en nuestra ignorancia.
Alzo mis rezos para la sanación de la angustia vital que no nos deja ver el sol en el horizonte de la vida.