Olor a gardenia y a bata de guatiné, perfume de mamá.
Mi madre era una diosa griega y nació en un época equivocada. Mi madre era una mujer salvaje encorsetada en una faja de ballenas, atrapada en un cuerpo voluptuoso, esclava de una sociedad hipócrita.
Mi madre era una mujer sabia e intuitiva que no pudo ejercer su magia. Su magia era su esencia, su aura pura, su mirada limpia, su sonrisa espontánea que se fue marchitando con el tiempo. Mi mamá era divina, más divina que humana. Etérea, frágil, delicada como la gardenia de su solapa, pero fuerte como sus tardes solitarias de radioterapia…
Mi madre es mi guía. Su ejemplo mi camino de esperanza. Su entereza mi fuerza escondida y ahora recuperada. Su amor… su amor, mi amor, mi alma!
Su amor he descubierto entre muchas lágrimas. Te añoro madre mía, te reconozco y te honro. Tu vida fue un suspiro, dejaste huella larga y desde que te fuiste te he buscado sin calma. Ahora sé que tu esencia vive en mí, mamá amada, sé que soy tu mayor tiunfo, tu orgullo y tu mañana.
Te amo madre humana, a través de la tierra, de la luna, del agua, te amo con las flores, en los bosques, en casa…
Y agradezco a la vida que me trajeras en tu panza.