Quien parte y reparte se lleva la mejor parte…Y tiene poder de convocatoria para manejar el cotarro.
El cotarro era glamuroso, pero hace mucho tiempo que dejó de serlo. Demasiado mercenario sin vocación.
Pudimos ser un colectivo respetado, bien pagado, premiado y considerado, pero nos quedamos varados entre convenios obsoletos y reglas inquisitorias.
Profesión artística vacía de artistas. Oficio de cómicos, que convirtieron la comedia del arte en una tragicomedia barata y sin arte.
Hoy se cuentan los takes de 100 en 100 y la interpretación es una suerte de música insufrible sin director de orquesta.
Cualquier parecido con la versión original es una ilusión. Y el trabajo artesanal ha pasado a mejor vida con el auricular enganchado a la oreja.
Sólo queda el ‘poder de convocatoria’ que permite llegar a fin de mes a algunos y a otros pocos nadar en el derroche, casi siempre sin merecerlo.
Así es este oficio antiguo y denostado, precioso y desquiciado, anónimo para los románticos y desperdiciado en el escaparate de Netflix, Amazon, Disney…
Murieron las labiales, los tonos, los matices, la dicción, la interpretación…nos queda Aisge y sus categorías.
Somos una profesión en descomposición.
Sálvese quien pueda…o mejor quien sepa tener más amigos en Instagram.