Ayer asistí a un Tinku en la naturaleza.
Rodeados de árboles, junto a un río, el sol asomaba entre las nubes que amenazaban lluvia. La lluvia respetó nuestra ceremonia, sencilla, íntima, amorosa.
Nos pusimos flores en la cabeza a modo de corona y después de unas palabras salidas del corazón, se las fuimos entregando a la protagonista del tinku, con quien teníamos que sanar asuntos pendientes de ésta y otras vidas, de ella y sus ancestros.
Luego, ella y su acompañante se introdujeron en el bosque, río arriba, con las coronitas de flores que le habíamos entregado y los demás fuimos a encontrarlas al otro lado del camino media hora después. Allí nos descalzamos y nos metimos todos en el río cogidos de las manos rodeándola en círculo. Fue corto, fue sencillo, fue bello, fue sanador. Nos miramos en sus ojos y nos reconocimos en su dualidad, nos reconciliamos con ella y sus ancestros y renacimos para continuar caminando río abajo en silencio y agradecimiento.
Después, todos juntos, en compañía del guía amoroso y sabio, nos dispusimos a celebrar la luna llena de mayo. La más larga del año. La luna que unifica lo femenino y lo masculino. La luna que estabiliza al enraizado y desestabiliza a quien no lo está. La luna que une corazones entorno a la chacana que nos recuerda que somos maravillosamente duales, imperfectos y que sólo la frecuencia amorosa del corazón, unida a la frecuencia amorosa del corazón de la tierra nos puede equilibrar. Unidos por la utopía la AMOR, que es la utopía que rige la vida en el planeta y en el cosmos.
Gracias especiales al Amawta Fernando por sus palabras que acarician el alma💜
Jallalla🙏