Te dirán que a ellos les gusta, que es divertido. Que es una antigua tradición heredada de los pueblos anglófonos… Y todo eso puede ser cierto.
Sin embargo, en mi tierra convive una tradición muy antigua mucho más deliciosa y sobre todo menos peligrosa, simbólicamente hablando.
‘La castanyada’ o la antigua costumbre de asar y comer castañas, es una tradición de más de tres siglos de antigüedad que sirve para recordar a los familiares y amigos que ya no están. Coincide, igual que Halloween, con el Día de los Muertos o el de Todos los Santos.
Pero en la castanyada no disfrazamos a los niños de cadáveres, ni de demonios. Recordamos a los muertos desde la alegría y el amor, no desde el miedo, el terror o el asesinato.
Puede que te parezca una tontería, pero la simbología es importante, sobre todo a nivel energético.
Alimentar las bajas frecuencias satánicas no sería lo más adecuado para nosotros y mucho menos hacerlo con nuestros hijos.
Todo es Energía, no me canso de repetirlo.
Los niños son pura vida, no los disfraces de muerte y dolor.
Los niños son amor, no los disfraces de demonios.
Los niños tienen poderes mágicos, son pura luz, no los disfraces de vampiros.
No alimentes al diablo a través de tus hijos.
Al contrario, si tu hijo te dice que habla con seres que no tú puedes ver, créelo, no lo ridiculices.
Tómalo en serio y ayúdale a ser fuerte y poderoso física, psíquica, energéticamente, cuánticamente.
Se lo debes. Te lo debes. Tú también lo eras y te lo robaron.
Y, después cuece unas ricas castañas a su lado y celebra la vida.