De repente ya no sabes si se lo dijiste o no. Si tú eres la culpable de su eterno mal humor.
Si el día que está de buenas es porque no has dicho nada. Si es mejor estar callada aunque se te rompa el alma.
De repente no eres libre ni para salir de casa. Necesitas su permiso, aunque solo sea una mirada.
Hoy amanece contento y te da los buenos días, mañana ha tenido sueño y te castiga con sutil ironía.
Maestros de las palabras, héroes de la hipocresía, verdugos del corazón, asesinos de empatía.
Pasáis desapercibidos por muchas de nuestras vidas, pero cuando os descubrimos, habéis perdido la partida.
Iros pues a otros parajes, donde podáis controlar a otro ser más ignorante y más fácil de engañar.
Yo ya te conozco zombi, ser sin alma, sin bondad. Me sedujiste una noche y yo me dejé matar.
Para salvarte la vida, no me moriré yo más.
Te deseo lo mejor, pero te invito a marchar, desaparece ipso facto, o no podré controlar las ganas de hacerte añicos, no me quisiera manchar.
Desaparece amiguito y no mires para atrás.