Cuando se apague la luz quiero seguir contigo recordando todas las montañas que subimos.
Cuando se apague la luz y se tapen los oídos, volveremos a recorrer en sueños nuestros caminos.
Cuando se haga de noche en nuestro cuerpo cansino, te cogeré de la mano para escribir nuestro último pergamino.
Y cuando ya no podamos decirnos ni recordarnos, nos miraremos de frente como se miran los niños.
Y cuando tú y yo salgamos de nuestros cuerpos inertes, seguiremos disfrutando de nuestra alma inocente.
Y desde ese otro lado eterno e incandescente cantaremos las canciones que cada día inventamos, bailaremos nuestros bailes en un abrazo perenne.