No me enseñaron a no hacer nada. No podía ‘perder el tiempo’ debía estar ocupada en todo momento.
No hacer nada era ser vaga, aburrida, descuidada, había que estudiar mucho y aprender bien las lecciones.
Pero jamás aprendí a respirar con mis pulmones, ni a escuchar mi corazón, ni a hacer bien la digestión.
Mi cuerpo era un ser extraño dentro de una mente inquieta, que pensaba todo el día, que jugaba a ser perfecta.
Pero nunca lo logré, y me equivoqué mil veces o…tal vez no, tal vez fue como debía ser siempre.
Aprender a descansar, a parar, a no hacer nada, a averiguar qué te gusta, a elegir lo que te agrada.
Deberían enseñar este arte en las escuelas, el arte de ser tu mismo sin que le importe a cualquiera.
El arte de mirar dentro, de conocer tus pasiones, de disfrutar con tu cuerpo, de meditar tus reacciones.
Aprender a conocerse es sin duda una aventura.
«Sólo sé que no sé nada» dijo el sabio cerca de su sepultura.
Mírate por dentro amigo, escucha tus pesadillas, respeta tus interludios, perdónate los delirios, abraza tus resbalones.
Mira por dentro tu alma y reconócete sabio, y de ese modo mi amigo, nadie jamás te hará daño.