Nadie conoce a nadie y todos quieren conocerse.
Habitamos en mundos con compartimentos.
Soledades infantiles que andan buscando a su madre y a su padre, reclamando lo que nunca pudieron darles.
Huérfanos adultos, viejos patéticos, enfermos de egoísmo, chupándonos el pulgar como los niños de teta.
El crecimiento de nuestro cuerpo versus el crecimiento de nuestra inteligencia emocional. Un desencuentro infinito.
Un choque generacional inevitable. Una total frustración.
Sólo nos une el Amor. Quiero pensar que eso es suficiente.