A medida que se acerca la hora de la muerte, esa la palabra adquiere más sentido, se vacía de miedo, se llena de aceptación y confianza en que nada termina cuando todo se acaba.
La nostalgia por los días pasados, esa silueta que se va desdibujando, ese rostro que envejece lenta y progresivamente sin que puedas evitarlo a menos que te sometas al esperpento de la cirugía ¿estética?
La finitud de tu vida toma cuerpo y se hace presente, cuando contemplas a tu alrededor y empiezas a no conocer a nadie conocido.
Los hijos crecen y se convierten en padres de hermosos hijos que también crecen casi más rápido que lo hicieron los tuyos.
Y eres abuela y ojalá que también llegues a ser bisabuela, con la cabeza clara y la espalda recta, los ojos abiertos y el corazón más grande.
Que tu boca sólo hable para dar amor, que tus abrazos sean el hogar que siempre deseaste y que el día de tu muerte te pille riendo, cantando, comiendo, amando hasta morir de amor como cuando fuiste madre.