Aunque quieras disfrazarla, aunque la evites y niegues. A pesar de despreciarla, de esconderla y hacer ver que no la ves.
La maldad se hace presente, convive con tu vecino, se pasea por tu casa y se acuesta con tus sueños.
Y no tienes que negarla, ni hacerte el sordo y el ciego, sólo tienes que alumbrarla y darle amor y consuelo.
La maldad eres tú mismo cuando gritas a tu abuelo, cuando ciñes tu entrecejo, cuando te complicas el camino. Cuando esperas, cuando exiges, cuando crees que eres el centro, cuando mandas, cuando sientes que eres el rey del universo.
Manipulas, eres víctima y verdugo al mismo tiempo, y te enfadas con tus hijos y les matas los ensueños.
No critiques al vecino, mírate más el ombligo. No juzques, no los condenes, no te creas tan buenito. Somos todos unos necios y unos sabios al mismo tiempo. No nos supieron amar, ¿cómo podremos hacerlo?
Lámete bien tus heridas y atrévete a ser honesto. ¿Qué es lo bueno y qué es lo malo? Ámate y olvídate del resto.
Sí que existe la maldad, no la niegues, no la ocultes, solo llénala de amor, lo demás ya no te incumbe.