Se dice que el diablo sabe más por viejo que por sabio.
Lo mismo sucede con las abuelas. Somos como los diablillos viejos que a fuerza de equivocarse mucho se hacen sabios.
Habría que escuchar más a los abuelos sabios por viejos. La vejez debería de ser un grado de sabiduría: ‘estoy en primero de vejez’, ‘pues yo ya estoy en cuarto’ diría mi viejo amigo de 90 años…
Los años vividos te ayudan a relativizarlo todo. A medida que el tiempo de vida se acorta, la percepción de la misma se relaja y los días se aprovechan, las horas importan y los minutos se convierten en oro.
Cada palabra importa, cada caricia es un tesoro, cada mirada un mundo como decía el viejo poeta.
La vejez es un privilegio. Ser viejo es un activo en la empresa de tu vida. Un activo que no tiene precio, pero sí mucho valor.
Ser viejo, no significa ser inútil, a pesar de que tu cuerpo se empiece a oxidar. La máquina funciona a ralentí pero tiene pedigrí y garantía de calidad.
Ser viejo y mantener una mente lúcida, debería ser una condición indispensable para llegar al final con dignidad. Para que el último día de tu vida, puedas despedirte de tus hijos y agradecerles por seguir latiendo la vida en su corazón.
Amo ser vieja, significa que he vivido y que sigo aprendiendo a vivir.