LAS PALABRAS DEL AMAWTA PARA EL NO TIEMPO

Es sorprendente el humano y la vida misma. Nuestro mundo está inundado de creencias, la mayoría falsas y, sin embargo hacemos lo que sea para darles vida y sorprendernos a nosotros mismos. Hace un mes vivíamos aún de propuestas viejas y todo recaía en el dinero y en las mercancías, en los abalorios y en los bienes materiales. Y nos ilusionaba la seguridad que nos daba el saber que por detrás y por delante de nosotros, de cada humano, existía una dudosa ciencia que garantizaba nuestro bienestar físico. Las empresas de venta de fármacos en el mundo eran las más prósperas porque vendían soluciones para todas las posibles e imposibles dolencias físicas. ¿Qué ha pasado con ese mundo ilusorio de soluciones desechables que nos procuraban un estado confortable a prueba de guerras y pandemias? ¿Dónde ha ido a parar el orgullo humano que juró fidelidad a la ciencia y en su ignorancia inocente se señoreó con la falsa algarabía que tiene el diablo de saberse el más bello y el más sabio y poderoso del Universo? Anteponiendo su fe a la de su Dios, pretendiendo hacerse el dueño de la vida. ¿Cuál es el límite del dinero que parecía ilimitado? ¿Qué puede valer hoy más que todo el dinero del mundo? Ya se ve que el dinero no se come. Aún vivimos con la inocencia de pretender seguir plasmando nuestros anhelos de superación capitalista, creyendo que en algún momento se detendrá el riesgo de ser contagiados, sin prever la posibilidad de quedarnos a medio camino, rezagados en nuestros proyectos, gastando vida esperando resolverlos en la próxima reencarnación. Nuestra relación con la madre tierra y con el gran espíritu en el que el punto de equilibrio es el hombre, ha sido alterada por muchas malas prácticas conscientes e inconscientes. ¿Qué podemos esperar los humanos que hasta hace tres meses nos creíamos poseedores absolutos de la vida, con la sarta de egos mal aprehendidos, heredados de sistemas paternalistas, que inculcaron en nosotros la irresponsabilidad de ser responsables, cada uno de nosotros, sin intervención de terceros? ¿Seguirá el mundo humano con esa consabida idea de vivir ilegalmente al margen de las leyes naturales y divinas, pensando que se pueden alterar sin tener consecuencias como las que vivimos? ¿Quién pagará la otra pandemia, psíquica, mental y espiritual, que conlleva este frenazo en seco con vuelco de campana? La añoranza natural a la libertad y al libre albedrío está seriamente dañada por culpa del bien común, que es la salud del otro y la propia. Pero la tierra no es el cielo. Aquí se impone la coexistencia de la dualidad preexistente. Aquí la luz y la oscuridad se turnan en una eterna danza inexpugnable. Aquí el bien y el mal se entrelazan cada uno a su tiempo. Aquí la vida y la muerte danzan tomadas de la mano, invitando a compartir su baile a cada ingenuo que sueña con divertirse. Aquí la guerra y el amor nunca pasan de moda y cada una actúa a su tiempo, en una larga tanda de actuaciones que terminan siempre en romances rotos. Aquí la verdad y la mentira preexisten sin sonrojos, se mezclan como vino y vinagre, porque uno es el pasado del otro. Aquí el amor y el odio bailan apurando su último tango y apuran su último trago de miel y vinagre. Aquí todo es dual y la dualidad está desatada y libre. Solo Dios es capaz de ser único en sí mismo. Aquí la carcajada y el llanto llenan los hospitales y los templos y juntos llenan los teatros. Aquí el criminal es el hambriento que mata por un pan para llevar al hijo hambriento. Aquí el héroe es el que mató el pan al panadero y al hambriento para erguirse en héroe de bronce y sal por dentro. Aquí se envidia al que finge la felicidad en línea y se apuesta por una felicidad virtual envenenada. Aquí podemos ser villanos un día y Ángeles el resto del año. Esta es la bendita tierra que heredamos sin merecerla, es el piso (suelo) y el cielo que ignoramos. Esta es la Pachamama que compartimos con el resto de seres que con otras conciencias sobreviven aún en los bosques profundos e invernales. Esta es nuestra cárcel y nuestro palacio, es nuestro cielo y nuestro infierno, aquí aprehendemos la maldad y la bondad a elección. Aquí soñamos los mejores sueños y las peores pesadillas. Aquí muchos quisieran dormirse y no despertar nunca, o despertar cuando la pesadilla haya terminado.

Un gran abrazo. Jallalla!!

Amawta Fernando, Sacerdote solar de los Andes.

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