La inocencia tiene nombre de niño pero a veces se disfraza de anciano.
Perder la inocencia es morir un poco, dejar de ser inocentes nos convierte en seres sin esperanza.
Me reconozco inocente, incluso ingenua, tal vez hasta tonta o ilusa.
Pero sin esa ilusión no se puede vivir. Ilusión para levantarte cada día y agradecer el milagro y la oportunidad de respirar y oler las flores y el rocío de la mañana.
Ilusa para seguir creyendo en la bondad y en el amor. Ilusa para esperar que el bueno siempre gane al malo, como en las películas que veíamos de niños.
Inocente también es lo contrario de culpable.
Y sentirse culpable no es nada inocente.
Es una carga absurda, oscura, religiosa, obsoleta y absolutamente inútil que deberíamos descartar de nuestro vocabulario.
Me declaro inocente y libre de culpa.
Hoy estoy sin saber yo no sé cómo, hoy estoy para silencios solamente.
…Y un día el doblaje perdió la magia.
Un día 14 mi madre decidió abandonar su cuerpo y empezar a sostenernos desde el infinito. Su esencia nos acompaña siempre y especialmente los días ‘catorce’, para que no nos olvidemos de que no estamos solos y confiemos en que todo va a ir bien. Mamá es amorosa y su energía de amor lo inunda todo. Es mi energía y la de mis hijas y la de mi hermana y mis sobrinos. Es la energía de unión, de sostén, de saberse querido y de saber amar en la distancia. Es la seguridad de que lo estamos haciendo bien. De que todo es como debe ser y de que cada uno por sí mismo es una estrella con luz propia que alumbra al resto.
¿Tú verdad? no, la verdad; 
Definición de la RAE – anclaje: «Sujetar al suelo o a otro lugar»