Los sonidos del pasado asoman por la puerta envejecida.
Las notas del piano de Granados parecen escucharse a través de ella y, al fondo, una antigua moviola ruge adelante y atrás de la mano de mi padre que fuma sin parar su eterno Ducados.
Las voces de los actores del siglo de oro del doblaje se entremezclan en mi mente y me parece estar de nuevo viéndolos bajar por la empinada escalera de madera, apoyados en los señoriales atriles de la sala B, sentado en su trono al gran Rafael. Marcelino y Antonia sirven cortados laxantes, mientras Luisita hace takes en la sala donde Travesi toma sonido…
Mientras, mi padre fuma y dobla y dirige y hace historia!
Cuántos recuerdos, cuántas horas, cuánto aprendizaje, cuanta emoción, cuanto ARTE!
El tiempo no existe y las voces de la Voz siguen resonando a través de esa puerta rota y cerrada a cal y canto.