Somos energía, la muerte no existe, se transforma el cuerpo, el alma cambia de lugar, la emoción desaparece, la vida cambia de envase y volamos hasta ese lugar que no recordamos.
No existe la muerte, pero no lo sabemos. Nos aferramos al cuerpo, a la casa, al marido. Nos aferramos a los hijos, al trabajo, al sufrimiento.
Pero la muerte no existe y en ese eterno continuo que es la vida, aprender a fluir con ese flujo, a disfrutar con el disfrute, a gozar con el gozo, a agradecer por tantas bendiciones. Por la oportunidad de experimentar la materia: la comida, las caricias, el viento, el mar, los paisajes, los gatos y la poesía….
Porque la muerte no existe y siempre es hoy todavía.