Que noventa años no son nada en la inmensidad del universo, que la vida es un suspiro y no te acuerdas de casi nada.
No recuerdas ni tu nombre, pero recuerdas a tu abuela y a tu padre y tu hermana. ¡Qué misterio es la memoria!
Y vives llena de achaques, de recuerdos inconcretos, de dulces y soledades, de dolores mal resueltos.
Vives por inercia propia, porque la vida te deja, sin pasado, sin memoria, aquí y ahora.
Mi querida tía Conchita, hermana de mi mamá, perdónate tanta vida que tuviste lidiar. Tantas horas, tantos días, tantas idas y venidas.
Vete en paz, te lo mereces. La experiencias pasadas, pasadas se quedarán. Vete en paz mi tía Conchita, te espera la eternidad.