Encerrados, secuestrados por nuestra mente pequeña que sólo conoce el miedo, que no se atreve, que no despierta.
Sufrientes, siempre sirvientes. Manipulados y esclavos, pequeños seres durmientes.
Que si la Iglesia, el estado, que si el dinero o la muerte.
Pasamos por este mundo, transparentes y dolientes.
Se está levantando el día, está llegando la luz que, siempre y aún a escondidas, te librará de tu cruz.
Porque aunque no te des cuenta, aunque sigas sin saberlo, la luz llamará a tu puerta y cesará el sufrimiento.
Y ya no hay vuelta atrás, la oscuridad ya ha perdido.
Sacúdete la pereza y empieza a celebrar el triunfo de la bondad, del amor y de todo lo bonito que ya es hora que disfrutes sólo por haber nacido.