Hacemos ver que no pasa nada, que lo tenemos superado. Que todo nos resbala, que somos el rey del mambo.
Disimulamos, mentimos, parece que no sentimos, que nada te hace sufrir, no lloramos, no damos gritos.
La frustración la escondemos en nuestro coranzoncito y nos vamos haciendo viejos, rabiosos y deprimidos.
Con esa cara de enfadado con el mundo y el vecino, no soportas ni a tu madre, no te aguantas ni a ti mismo.
Te invito a reflexionar, a perdonar tus olvidos. Te has olvidado de ti. No te encuentras. No sabes cuál es tu sitio.
Te educaron en el miedo, no confías en ti mismo. Has cedido tu poder y andas perdido y dormido.
Vives la vida de otros, no sabes lo que te gusta, tus dones y tus talentos los regalaste por nada.
Si pudieras imitar a ese niño enfurecido, que solo sabe gritar cuando le quitan su cuchillo, cuando quiere dibujar y no tiene ni un bolígrafo, cuando no se quiere bañar, cuando el presente es continuo.
Ese niño que disfruta del ahora simple, listo. Eso es todo lo que hay. Mañana no existe. Ni el futuro prometido.
Gestionar la frustración y perdonarte, mi amigo, creo que ese el camino de ser feliz, de estar vivo.