Yo tenía una amiga cuando era pequeña.
Ella era mi ídolo, ella era mi estrella.
Un día ella se fue y ya no volví a verla.
Pasaron muchos años, muchas lunas nuevas.
Siempre la recordaba pero no supe de ella hasta que un feliz día apareció de vuelta.
Llevaba lindos velos, y vestidos de seda y tras sus bellos ojos reconocí su huella.
Mi amiga y yo sabemos que los burros no vuelan, que la vida no es fácil y los años castigan.
Pero sus lindos ojos y mi bella sonrisa nos recuerdan que aún somos aquellas tiernas niñas.
Que los sueños se cumplen cuando el alma está viva, que siempre hay esperanza si el corazón palpita.
Y hoy estamos de vuelta la Congost y la Díaz para decirle al mundo que la vida es bonita.