Era demasiado joven cuando mi mamá se fue. Y no pude despedirme como nos merecíamos.
La soñé muchas veces y hasta la perseguí por la calle buscando su silueta entre rostros desconocidos.
He necesitado sus consejos muchas veces después. Y he lidiado en duras plazas sin ayuda ni red.
No sabes lo que pierdes cuando pierdes a tu madre: pierdes el referente, el útero amable.
Pierdes la caricia y el abrazo infinito, pierdes tu alter ego, tu madre eres tú mismo.
Pero después de enjuagar las lágrimas y no tener consuelo, después de eternas noches buscándola en los cielos. De repente la ves en tu rostro maduro, en tus gestos, tus risas, en tus rizos oscuros.
Te ves como era ella, sin trampa ni cartón, te ves como esa abuela que hoy canta su canción.
Te miras al espejo y la recuerdas bella y ella socarrona te devuelve la visión.
Tu mamá está en ti misma y esa es una buena razón para darte un abrazo y seguir con tu misión.