Me clavaste la mirada, acababas de nacer.
Yo te vi y supe de pronto que serías una gran mujer.
Un ser lleno de ternura, de amor y sabiduría.
Una niña bella y pura, una madre e hija divinas.
Tus ojitos de azabache se clavaron en mi alma, nuestra esencia incombustible venía de otras galaxias.
Nos reconocimos pronto, nos esperaban misiones, las pruebas más complicadas, los retos de los señores que se saben imponentes, capaces de lo invisible.
La vida es para vivirla sin miedo a los imposibles.
Y pariste un hijo sabio, moreno de verde luna, con pestañas de kilómetro y ojitos llenos de ternura.
Él nos clava sus ojazos y nos devuelve la fe.
La vida es el mayor regalo que un alma puede tener.
Disfrútala hija querida, con tu hijito bello y sabio.
Él te dará las razones, tu harás todos los milagros.