Allá por el siglo pasado se despertó mi pasión, de la mano de mi padre que supo poner el bombón en mi boca de inocente niña con ilusión.
Y yo solita elevé a los altares un oficio apasionante, que se ejecutaba a oscuras, de incógnito, sin estandartes.
Un oficio de artesanos, apasionados amantes de la actuación, de la radio, del cine y de todas las artes.
Y no supe mesurar mi pasión desmesurada y sublimé una profesión que hoy no vale casi nada.
Y no fue culpa de nadie, ya se sabe que los tiempos cambian y lo que ayer era ley hoy no sirve, ni hace falta.
Acomódate al presente, no sublimes casi nada, nada vale más que tú, no le des tanta importancia.
Un trabajo es un trabajo. La vida es otra cosa, hermana, la magia la tienes tú, no está en ninguna pantalla.
Creo que algo queda de aquella magia, sí…y que ojalá no desaparezca. Diste en un lugar certero. Gracias, me llegó.
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