Cómo por arte de magia, oigo a mi ciudad volver a hablar en su lengua nativa.
Pasear a sus ciudadanos, con sus tapabocas de rigor, a regañadientes, asomando las narices, destapando las orejas, o convencidos de ser buenos vecinos y obedientes y sensatos sobrevivientes de esta pandemia intangible.
Ciudadanos asustados o conformados o resignados, pero al final ciudadanos recuperando las calles que un dia abandonaron.
Las calles que invadieron los turistas y que hoy vacías de idiomas extrangeros, vuelven a recuperar los rostros de sus habitantes, cual hormiguitas sacando la cabeza después de la tormenta.
Barcelona vuelve a ser de los barceloneses y un halo de familiaridad, de vecindario, de hermandad se esparce por mi ciudad.
Algún día volveran los turistas a llenar los hoteles y las terrazas pero, mientras tanto, dejadme disfrutar de este remake de los años 70 con mascarillas y starbucks.