Voy a contaros un cuento
Había una vez un niño que nació libre.
Eligió a sus papás entre los mejores papás posibles que un niño pudiera tener: jóvenes, sanos, bellos en su alma y en su cuerpo, inteligentes, sabios y bondadosos.
Tuvo tanto acierto en su elección que los nueve meses que estuvo en el útero de su mamá, se los pasó jugando y bailando de alegría por tal acertada elección. De padres sabios, hijos sabios naturamente y el bebito nació en un suspiro una soleada mañana de primavera.
Lloró poco y durmió mucho durante sus primeros dias de vida. Enseguida empezó a alimentarse de la leche mágica y sagrada de su mamá y comenzó a crecer en tamaño y sabiduría.
Nació libre como os he dicho y eso significa que nunca recibió palabras o actos desagradables. Su educación fue consciente y su crecimiento emocional prosperó gracias a las infinitas muestras de amor de todos los que coincidían con él en el camino de la vida, sobre todo gracias al cariño y amor de sus queridos papás.
Vivió feliz e hizo feliz a cuántos se cruzaron en su camino y se hizo mayor sin apenas darse cuenta, conservando su inocencia y su espontaneidad.
Cuando su cuerpo empezó a oxidarse por tanto como hubo respirado y vivido, se sentó debajo de una higuera y mirando al cielo, volvió a agradecer por el regalo de la vida. Se despidió de los árboles y de las flores, acarició a sus gatos y escuchó a los pájaros que le cantaban mientras iba cerrando los ojos.
Y se durmió para toda la eternidad.