Sentada frente a un ordenador escuchando música relajante, escribo con mi boli de tinta moderna, como cuando era adolescente.
Escribo frases, tomos apuntes, y de pronto siento lo mismo que entonces. Por suerte, no me veo la cara. Sabría que no soy la misma niña que soñaba en su futuro. La niña que no sabía disfrutar de su presente, que olvidó su niñez en la almohada.
Y tengo que apagar la música que me evoca a un tiempo triste. Mi adolescencia fue muy triste y solitaria. Soñando mundos imposibles en realidades intangibles.
El tiempo no existe y las conexiones emocionales deben sanarse para poder avanzar.
Hoy, con mi carita de yaya, y mi cuerpo menos terso, me siento más joven que entonces con tanta nostalgia vieja.
Me siento viva y en paz, me siento tranquila. Y no sé si fui feliz, es una quimera rara. La felicidad es ahora y aquí. En esta mesa y esta sala, en mi vida y mi sentir, en mi soledad y en mi almohada.
Soy una vieja feliz. No sé que seré mañana.