Por mucho que quiera no puedo calzar tus zapatos, ni tú estás calzando los míos.
Nos separa una generación y algunos malentendidos.
Yo te hablo con mis deficiencias de madre hiper preocupada, que sufre si te ve mal y cree que de su culpa se trata.
Tu tienes otros problemas que cocimos lentamente, cuando tú eras muy pequeña y yo una ilusa inconsciente.
Hay un abismo generacional que suplimos con amor, pero en la práctica tampoco eso nos logra hacer un favor.
Cada una una mochila de emociones y carencias. Yo me esfuerzo en mi papel y tú ruedas otra escena.
No jugamos el mismo juego, nos separan muchos años. Yo te siento aún mi pequeña, no soporto si te hacen daño.
Te imagino poderosa, divina, grande, preciosa. Y mientras tú no lo sientas, mis palabras están muertas.
Tu me ves muy quisquillosa, puñetera, peligrosa. Mi ayuda condicionada, mi opinión equivocada.
La vida es ese viaje que vivimos sin ayuda, llegamos aquí solitos, nos iremos con ternura, sabiéndonos infinitos, el camino es la tortura.