Aprietan, aprietan y vuelven a apretar,
Los chicos de la guerra no se cansan de hacer mal.
Se hacen pasar por mansos amigos de los pobres, velan por la salud de niños y mayores.
Y van poniendo normas y muchas restricciones para que tú, obediente, aceptes sus condiciones.
Cada día aprietan más, hoy menos que mañana.
Es la guerra invisible que no tiene trincheras, sólo tu voluntad firme y su maldad perpetua.
Te cerraran los ojos, taparan tus oídos, te ataran a la cama y encerraran a tus hijos.
Y tú, muy obediente, seguirás sus consignas, por temor a ese virus que es una pesadilla
Juegan con nuestro miedo, el tuyo el del vecino, hay que pincharse pronto o no seguirás vivo.
¡Qué escándalo! ¡Qué horror! La sociedad obediente se dirige al cadalso con cara sonriente.
Siempre quedarás tú, hermanito consciente para darles la mano cuando sea conveniente.