LA AVENTURA DE VIVIR

Desde el sofá de la madurez, después de haber experimentado tantos escenarios de emociones, me asomo al anfiteatro de mi vida y todavía siento que puedo aprender. Todavía necesito mejorar como ser humano. Y antes de que mi corazón deje de latir, me gustaría lograr ser mejor persona, más humilde, más sabia, más bondadosa, más amable.

Seguir viviendo el asombro, la duda, la inocencia, las ganas de volver a empezar, la energía del amor incondicional, la impaciencia por lo bueno, el desinterés por lo malo.

Saboreando el deterioro físico en aras del crecimiento espiritual. Del agradecimiento infinito, de la gratitud eterna.

Mirando el horizonte de la vejez en paz con mi alma y en guerra con el sufrimiento de mi mente.

Apreciar lo vivido y encontrarle sentido a lo mal vivido, a lo malgastado, al dolor y la pena, al cansancio, el hastío y llanto.

Y subirme a la nube del final de la vida con mi nieto cabalgando al compás del viento. Y saber que todo lo que hice fue todo lo que pude y todo lo que dije fue todo lo que supe.

Que venimos al mundo sin manual de instrucciones, sin piezas de recambio, sin segundas opciones. Que lo que al fin pasó, al fin fue inevitable y al final aceptar que pasó lo mejor que podía pasarte.

La vida es un enigma del que no puedes zafarte. Vinimos a vivirla con amor y valentía y coraje.

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