Estoy en guerra con mi pensamiento porque siempre quiere hacerse el muerto. Es terco y desobediente y también impertinente.
No atiende nunca a razones, no le van las ilusiones, siempre jode la marrana por la noche y la mañana.
Necesito estar atenta a esa mente tan despierta que anda de idea en idea, peleándose con cualquiera que le ponga un poco en guardia y le quite la nostalgia.
Tiene voces recurrentes, impresiones diferentes y te ataca sin aviso cuando menos te lo esperas.
Mi mente es un torbellino de emociones, de inquilinos que viven de sensaciones y de eternas sinrazones.
Es un niño malcriado, mi pensamiento estimado y acaba haciéndose un lío entre suspiro y suspiro…
Con lo fácil que sería vivir sin melancolía. Aceptando cada día su nueva filosofía y respirando el momento, soplo a soplo, tiempo al tiempo.
