A ser congruente se aprende con los años. Pensar, sentir y hacer lo mismo que se quiere, se piensa y se ejecuta es un trabajo de madurez exquisito y delicado que resulta de un equilibrio y una paz entre la mente, el alma y el corazón.
Que las emociones no nos dominen y los pensamientos no nos esclavicen. Que sea el alma y el amor incondicional quien se erija dueño y señor de nuestra vida, en perfecto equilibrio con el cosmos del que procedemos y con la Madre Tierra a la regresaremos.
Jallalla!
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