Sin apenas darme cuenta se me ha pasado la vida,
entre veranos calientes e inviernos en zapatillas.
Tuve una infancia corriente, ni muy buena ni muy mala,
con tres teles imponentes en cada una de las salas.
Fui a un cole de los buenos con monjas muy educadas
y me estudié de memoria las materias obligadas.
Y todo estaba prohibido y todo era oscuro y malo,
los instintos reprimidos, la menstruación, un bicho raro.
Y así, sin muchas más fiestas, me hice mayor de repente
y pariendo a dos princesas me creí que me hacía fuerte.
Pero no tenía ni idea, yo no sabía quién era
yo seguía a pies juntillas lo que otros me decían.
Mi intuición dormía escondida debajo de aquella cama,
donde cuando era una niña, de vez en cuando me ahogaba.
Y, mi conciencia había huido temblando de miedo un día,
entre ritos en latín y mi papá que decía,
que si lo dejaba solo a lo mejor se moría.
Y así, entre risas y veras y sueños que nunca llegan,
de pronto un día te enteras de que no era tan guay la fiesta.
Son muchos febreros ya, no sé si me quedan tantos,
pero los disfrutaré como el regalo que son.
Dando gracias a la vida, a mí fe y a mi intuición.
Porque, aunque tarde, tal vez, siento que ya despertó,
y hoy sé que vale la pena vivir sintiendo el amor
que traje desde esa estrella donde vivía con Dios.
Feliz vuelta al sol Pankara, larga vida y mucho amor ❤️
me siento tan identificada, que me parece ser yo la dueña de esos 66 Febreros, aunque si cambiase algo sería, por los 59 Diciembres
Me gustaMe gusta