Te debes una vida, te fuiste demasiado pronto. Tu vacío infinito no se llenó con nadie. Y hoy cuando han pasado casi treinta años, sigo sintiéndome huérfana como la primera tarde del 14 de septiembre. Nunca quisiste envejecer y tu deseo se hizo realidad. Tus incipientes arrugas no nublaron tu rostro. Fuiste tan bella en vida, tan exquisita, tan sutil que la densidad del mundo se te llevó, mamá. Y te debes una vida, la vida de regalo, la vida en la que puedas volver a disfrutar. Sin tiempo, sin censura, sin tantas represiones, una vida de apoyo en la que seas libre. Sé que podré abrazarte y reconocerte y volver a sentir tu perfume infantil, oler tu camisón sin echarte de menos y poder descubrirme en tu sonrisa, tras tus ojos azules, eternos, infinitos.
Nos debes una vida.