Llueve, no para de llover, como si el cielo llorara, como si las nubes estuvieran tan llenas de pena que no pudieran más que explotar en llanto.
Llueve y los ríos se desbordan y los canales y los caminos se inundan y las personas que se creen inmortales se dan cuenta de su menudencia.
Porque no nos percatamos de que somos la confluencia de la conciencia divina con la esencia de la madre tierra…pero nuestra madre está enfadada, está harta de tanta porquería, de tanta devastación, de tanta inconsciencia…
Nuestra madre se está quejando, se queja cuando llueve, cuando tiembla, cuando arde, se queja y nos advierte de que dependemos de ella para sobrevivir y no al contrario.
Nos avisa, nos regaña, nos sacude como una mami amorosa que no quiere hacer daño a sus hijos pero que los tiene que reñir de vez en cuando.
Escuchemos a la tierra, respetemos sus ciclos, sus bosques, sus mares, sus animales, sus montañas, porque formamos parte de todos ellos, porque somos como todos ellos, porque no tenemos más derechos que todos ellos. Porque no sobreviviremos sin todos ellos.

Así es. Hemos perdido la conexión con todo lo que nos rodea. Y es esto lo que hay que recuperar: esa conexión con el todo para sentirnos parte de ese todo, que lo somos sin duda, e interactuar de la manera natural, que sería con un respeto profundo.
Bonitas palabras para tratar de despertar a los demás.
Buen día! 🙂
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