«Yo que todo lo sabía, hoy ya todo lo cuestiono.»
Cuando María Elena era joven estaba segura de casi todo.
Hablaba sentando cátedra, daba lecciones a todos. Se creía con autoridad para aconsejar al prójimo, a veces antes de que la gente se lo pidiera.
Era imprudente y faltona, y hablaba por los codos para defender sus ‘causas perdidas’. Era marisabidilla, pedante y superlativa.
Un rollazo de mujer, sino fuera porque también era una amiga fiel, compañera y generosa. Pero pesada como una auténtica losa.
María Elena fue cambiando a fuerza de cumplir años y empezó a poner en duda desde la cuna hasta la sepultura.
Tuvo una crisis vital en la mitad de su vida y se lo cuestionó todo, como no podía ser de otro modo.
Solo de esa forma se crece, deconstruyendo el pasado, para vivir el presente sin miedo al futuro cercano.
Bendiciones María Elena, gracias por tu valentía, por atreverte a empezar de cero todos los días.
Perdonando los errores con amor y gallardía. Visualizando el futuro con la luz del mediodía, para llegar a la muerte con la mochila vacía de miedo, de soledad, de culpa, de hipocresía.
Solo la autenticidad es tu mejor compañía.
Bendiciones María Elena, Dios te salve bella mía. Y que el Amor te acompañe hasta el final de tu vida.