LA GUARDIANA DEL TIEMPO

María Elena disponía de tiempo. Ese bien tan preciado y envidiado, ese regalo.

María Elena se lo había ganado a pulso. Lo había deseado, pedido, anhelado desde hacía mucho, mucho tiempo. Y el tiempo, abstracto, intangible, invisible y casi imposible, le guiñó un ojo y se puso de su lado.

Desde entonces, María Elena dispuso de mucho tiempo para disfrutar de su tiempo.

Y decidió no perder más tiempo y dedicarse a llenar su tiempo haciendo cosas que le llenaban el alma y alegraban su corazón a partes iguales.

Y el tiempo se lo agradeció, haciéndose más largo, más tranquilo, más lleno de ganas de pasar mucho tiempo con ella.

María Elena se despertaba por la mañana y agradecía por otro día sin tiempo, fuera del tiempo, llena de tiempo.

Agradecía por el agua sagrada que salía del grifo, por el sol que de nuevo iluminaba su cara.

Agradecía meditando, estirándose, haciendo abdominales, QiGong, yoga…

Agradecía su desayuno, su caminata diaria, el ronroneo de sus gatos, la caricia de su compañero de camino.

María Elena tenía todo el tiempo del mundo para agradecer. Y no dejaba de hacerlo, con lo cual los motivos de su agradecimiento se multiplicaban.

Descubrió María Elena que el regalo del tiempo debía tener su contrapartida. Y entendió que tenía que dedicar parte de su sagrado tiempo al servicio.

Servicio amoroso, compasivo, desinteresado. Servicio necesario para equilibrar tantas bendiciones que María Elena recibía constantemente.

Y entre las muchas cosas que hacía gracias a tener tanto tiempo a su disposición, empezó a dedicar tiempo a los demás.

Empezó por los seres que tenía más cerca: sus hijas y nietos. A ellos les dedicaba un tiempo valioso de escucha y silencio. Un tiempo de juegos y de cocina sabrosa y amorosa.

También dedicaba parte de su tiempo a la lectura y la escritura, a la música y la poesía, a la meditación y la conversación sanadora con su pareja sagrada.

Dedicaba tiempo a sus amigos y conocidos, a motivar a los seres a vivir y ser felices y libres.

Dedicaba tiempo a ‘perder el tiempo’, para ganar silencio y consciencia. Para escuchar su respiración y su corazón. Para ser Una con el Todo y unificarse con la Tierra y los elementos.

Para escuchar a los pájaros y mirar las estrellas, para acariciar a los perros y maullar con los gatos, para cerrar los ojos y ver la cara de Dios.

Y entonces María Elena decidió ser eterna y parar el tiempo que hacía ya tiempo, se había rendido a sus pies.

Y Así Es🙌 como desde ese momento María Elena es la guardiana del Tiempo.

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