Cada día me levanto y me vuelvo a enamorar
de mi cara, de mis manos, de mis ganas de ayudar.
Y tengo fe en el futuro y en toda la humanidad
No conozco el desaliento y no me rindo jamás.
Cada día miro al cielo y doy gracias al que está
velando por nuestro sueño, cuidando nuestro caminar.
Y yo ya no tengo miedo y escucho en mi corazón
una voz que viene de lejos, de allí de donde vengo yo.
Y aquí nos reconocemos, ya somos un batallón,
las semillas estelares llenitas de compasión.
Porque somos incansables, porque creemos en Dios
Y nuestro amor imparable hará este mundo mejor.