En este mundo inclusivo que lo incluye casi todo, hay que ser muy intuitivo, muy sagaz, muy concienzudo.
Aceptar las diferencias, normalizar la rarezas. Hacer como que las cosas, aunque sean muy complejas, las tenemos adaptadas a las normas y a las reglas.
Los hombres menos varones, las mujeres menos hembras, los niños sin tener claro casi nada hasta que crezcan.
Complacientes, adaptados a los roles que convengan, según soplen esos vientos de las agendas perversas.
Y poner cara de póker para que tú nada sientas. Mientras que la realidad se asoma por las alcantarillas y las ciénagas.
Porque ya huele a podrido tanto inconsciente barato, porque ser tan comprensivo, no venía en ese trato.
Porque se inventan modismos para las cosas más necias, porque Ser es más sencillo, porque no es esa tu esencia.
Me retiro hacia mi mismo, me reconozco insolente, no comulgo con el buenismo de tomar por tonta a la gente.
No creo en los eufemismos. Me rechinan los complacientes que son como siempre han sido, personajes indecentes, que confunden las palabras para esclavizar a la gente.