El tiempo es circular, el tiempo verdadero, el tiempo de los maestros, nunca termina ni comienza.
Tampoco es el tiempo del eterno retorno de Nietzsche, ni el tiempo perdido de Heráclito. Ni siquiera el tiempo que me tomo yo en escribir con algún sentido lo que pasa por mi mente dual.
El tiempo ni siquiera existe. Es una invención del hombre para controlar al hombre. Para hacerlo esclavo y dependiente.
Más que de tiempo me gusta hablar de ciclos. Como los ciclos de la naturaleza que se suceden amablemente, suavemente, inexorablemente, en una suerte de danza: nacer, crecer, dar fruto, madurar, decaer y morir…para volver a empezar con más fuerza si cabe, ayudada del viento, del agua y el sol.
Así nosotros nos vamos moviendo sin darnos cuenta apenas, midiendo en tiempo artificial lo que simplemente es un ciclo vital
Si fuéramos conscientes de eso, nuestro ‘tiempo ‘sería sagrado, ritual, consciente, presente.
Podríamos vivir en el Aqui y Ahora de cada ciclo disfrutándolo, conociendo su caducidad, como le ocurre al almendro y al naranjo, al granado y a la higuera.
Bendiciendo cada ciclo, aprovechando sus frutos y agradeciendo por la experiencia.
El tiempo lineal es una suerte de engaño inventado por el hombre para que, siempre y sin remedio, vayas corriendo delante de tu sombra y nunca llegues a alcanzarla.