Es simple, es sencillo, sólo tienes que atender lo que tu boca se mete en el bolsillo.
Tomar consciencia de lo que tu estómago tiene que digerir y de lo que tu hígado tiene que trabajar para filtrar tanta porquería que comes cada día.
Observar lo que tu cuerpo desecha, la frecuencia, la consistencia, la benevolencia con la que, en silencio, te avisa de que algo va mal, de que te estás maltratando. Y sólo tienes un cuerpo, amigo. No hay recambio, por el momento.
Escogiste un envoltorio con una garantía muy amplia, pero casi siempre llegamos al final con todas las piezas demasiado gastadas.
Y.. es tan sabio, nuestro cuerpo, que siempre te da la oportunidad de regenerarse por sí sólo. Pero no le escuchamos, no le atendemos, no le respetamos.
Lo llenamos de pastillas y de comida al mismo tiempo y el pobre no puede discernir qué hacer con tanto deshecho.
Es tan fácil como cerrar la boca y dejarlo trabajar. Dejar que vaya recolocando cada pieza averiada, que vaya limpiando sus conductos, sus benditos órganos que soportan nuestros excesos estoicamente.
Cierra la boca de vez en cuando amigo y empezarás sanar tu cuerpo. Haz la prueba. Escucha a tu cuerpo, que cada día te manda señales para que pares y tomes conciencia que tú eres tu mejor médico, tu mejor maestro, tu mejor amante…
Empieza a tomar el timón de tu nave y condúcela a buen puerto.
Échale amor y mimo a tu vida.
Es hora de despertar