De mil maneras, de cien mil formas, del derecho y del revés, de arriba a abajo. Sin querer y queriendo, sin darnos cuenta. A propósito, de reojo. Sin darle vueltas.
Por la mañana y la noche, a todas horas. Disimulando o a posta, de cualquier forma. A los gritos, a los llantos, en voz bajita. Volviéndonos invisibles, muertos de risa.
Todos buscamos cariño , aún sin saberlo. Sin decirlo, sin notarlo. Sin pretenderlo. El cariño que de niños no recibimos, el cariño que de adultos mal lo pedimos.
Y puedes no darte cuenta o ser consciente. Puedes volver a empezar y hacerlo presente. Intentar disimularlo y disfrazarte de adulto seguro y recto, de maestro importante.
Da igual porque de repente, sin pretenderlo, aparece ese bebé demandante y tierno, que patalea en silencio, tiene rabietas bajo una barba gigante y arrugas viejas.
Del derecho, del revés, cual marionetas, vamos pidiendo cariño, haciendo muecas.
Personal e intransferible aunque lo hagamos de a dos. El camino indivisible, lo caminas de un tirón.
Y no vale la experiencia de quien lo hizo primero, ni tampoco ayuda nada que te acompañen a hacerlo.
Personal e intransferible y en completa soledad. No te vale, no te sirve, lo que te puedan contar.
Si fue fácil o difícil lo tendrás que averiguar, mientras caminas despacio con ganas de caminar.
Aprendes de los fracasos y si te caes te vuelves a levantar. Nadie te va a dar la mano y si lo hacen igual te caerás.
Porque el camino, mi hermano, sólo habrás de caminar, no hay maestros en los tramos. No hay guías, solo hay que andar con fe en todos tus pasos, con disciplina y verdad, con el corazón en la mano y la espada de la verdad.
Personal e intransferible, como tu vida será: un milagro hecho posible cuando decidiste encarnar.