No se construye en un día un matrimonio perfecto, necesita un cocinado, despacio y a fuego lento.
Se empieza sin saber nada, te guía tu corazón, con miedo pero con ganas, con tu mayor ilusión.
Y van pasando los años y, sobre todo, las cosas. Los aciertos, los fracasos, las deslealtades que duelen, las mentiras que derrotan.
Y si logras superarlo y aceptar los desengaños, afrontar la adversidad y trabajar el engaño.
Si te atreves a luchar y plantar cara al problema porque si el amor perdura es porque vale la pena…
Te ves un día a ti mismo viviendo con tu álter ego, conociendo sus manías, compartiendo tus desvelos.
Conviviendo con tu sombra y abrazándote a su luz. Amando las diferencias, aceptando la virtud.
Agradeciendo a la vida por tanta delicadeza, reconociendo que en el fondo es cuestión de gentileza.
Que no es todo blanco o negro, que en la variedad está el gusto. Que me gustas cuando callas, y si hablas no me asusto.
Que te prefiero con canas, con un poco de barriga, con la luz que hay en tus ojos, con tu alma que, de puntillas, se asoma por la ventana y me regala otro día.