El doblaje fue un arte mayor lleno de magia y buen hacer. Un oficio artesanal que, desde la traducción de los diálogos hasta la mezcla de las voces con el soundtrack, era una delicia de dedicación y profesionalidad.
Todo eso pasó paulatinamente a mejor vida, a medida que el mercado crecía, el censo de actores se ampliaba y los precios y las prisas competían por ganar a costa del resultado final.
En la actualidad el sector teme que la inteligencia artificial acabe con el chiringuito que tienen montado unos cuántos. Sobre todo los que se han dedicado a ‘malformar’ a futuras voces a cambio de mucho dinero y promesas de películas hollywoodienses.
Pero, ¿y si la IA rescatara las míticas voces de los actores de los años 50 y las volviera a utilizar con aquellos tonos inigualables y esos acentos perfectos?
¿Y si pudiéramos volver a escuchar la voz de Joaquín Díaz y de Elsa Fábregas, la de Rogelio Hernández y Rosa Guiñón, la de María Luisa Solá y Manolo Cano en esas series de hoy día que suenan como si estuvieran dentro de una caja de zapatos con la boca llena de patatas fritas?
Sería maravilloso y absolutamente revolucionario. Sería un auténtico homenaje a esos maestros de la interpretación y apasionados de su oficio, antes de que la misma IA lo cabe haciendo con los propios actores originales a los que podremos oír más pronto que tarde hablando en nuestro idioma.
No se pueden poner puertas al campo, la inteligencia artificial ha llegado para quedarse y lo queramos o no, hay trabajos que los hará mejor la IA: más rápido, más barato y con todas las voces que necesite, del presente, del pasado y hasta del futuro.
Y a quien no le guste que vaya reinventándose.